Yo, desubicado en esta vida.

Me dirigía hacia el bar de la vila universitaria para tomarme algo con los amigos cuando ante mí apareció una silueta preciosa sobre un ciclomotor. Sí, como era de esperar, la silueta correspondía al cuerpo de una chica oriental. En una ocasión le aseguré a una muchacha que la mujer más bella del mundo, indudablemente, debería ser una chica mulata; en aquel momento estaba haciendo lo que mejor sé hacer, mentir; de todos es sabido, que tal Diosa, ha de ser de rasgos orientales, menudita, ojos almendrados, piel de aceituna... etc. Bueno, pues como os iba diciendo, me topé de camino a la universidad con una candidata a diosa, o al menos, semi-diosa. Ella conducía un ciclomotor, y adivino, iba a hacer una entrega a domicilio de comida china. La seguí, pues íbamos en la misma dirección, durante cuatro o cinco minutos. En ese tiempo pude ver que la chica tenía problemas en un hombro, pues cada cien metros se masajeaba y golpeaba el hombro izquierdo con el puño y la palma de la mano derecha. Lo hacía, cómo lo hacen todo, de una manera sensual y agradable. Claro que, al ocupar la mano para el masaje, dejaba de acelerar, así que conducimos casi un kilómetro a unos veinte o veinticinco kilómetros por hora (o más,no sé, a mí, se me paró el tiempo). Ella, al ver que yo iba lento, giró la cabeza para mirarme, al menos, un par de veces, y en esos segundos, conectamos. Durante todo el trayecto me moría de ganas por indicarle que parara que yo le daría el masaje... pero como siempre, se quedó en la intención. Llegamos hasta la segunda rotonda y allí, nuestros caminos se separaron. Nuestro momento pasó y nuestras vidas volvieron a la realidad. Yo me fuí al bar y ella a hacer la entrega. Sí, tal vez hay algo que no he cerrado bien.

Por cierto, mañana jueves 7, me largo a Roma.. ¿algo que no deba perderme?