Yo, desubicado en esta vida.

Se antojaba un viernes movido y preparatorio para un mini-viaje hasta las tierras aragonesas de Teruel. Y en antojo se quedó. Por contra, Vic quisó ver cómo ardía la noche por el simple hecho de ver la luz que da la lumbre al quemar. Un concierto bastante penoso dió paso a un garito dónde tocaba un grupo al que con alcohol y ganas de fiesta se le escuchaba y cantaba sin mucha dificultad. Tuvo sus momentos de mujeres, de barra compartida, de saltos y mucha sudoración. En general bastante bien, menos el significado irreversible de decir adiós a cualquier tipo de evento que conllevara un traqueteo de más de dos horas de coche.
Ayer, aún con mal sabor de boca y el estómago cerrado como un puño, me aventuré a hacer unas tapas y dejar caer algo de sangría y cerveza. Pero el sentimiento de estar perdiéndome algo grande como podía haber sido Teruel hizo que la noche se viera regada por agua y tónica preferentemente. Me retiré como los cobardes y el Dr. Strangelove hizo de cuento de cama.
Entramos en el domingo, marcan las 9:13 a la hora de levantarme y el sentimiento de un fin de semana vacío sigue ahí. La grabadora del Taurus se ha ido a dar un paseo, el enrutador la acompaña de la mano; su historia de amor pasa por poner a prueba mi paciencia (todo por culpa de mi egoísmo desmedido).
Todavía no me he ni duchado y ya he contestado cuatro veces al teléfono. La gente no tiene ningún tipo de respeto por la persona humana. Hoy, señores, es domingo.


Citas intersantes de hoy:
- ir a liberar jovencitas que se humedecen con el iaio de blanco con faldas, en Valencia - ir a hacerse unos bocatas para reivindicar el artículo 47, en Madrid