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Serían tus zapatos rojos desgastados y tal vez un poco pasados de moda lo que hizo que me fijara vagamente en tus piernas; éstas, cubiertas con unas medias brillantes, me invitaron a seguir subiendo. Descubrí una minifalda tejana, típica de la década de los 80; o al menos, típica para mi. La pereza se disfrazó de curiosidad y me aventuré a llegar a tu cintura para más tarde buscar tus pechos. Cubrías tu torso alicatada con un jersey verde a rayas negras; debajo se adivinaba que no llevabas nada, aunque también nada era lo que yo quería descubrir. Tú estabas de pie a excasos dos metros de mi butaca, hacías que mirabas a otro lado para no mostrarme tu rostro. Tu cabello era castaño, algo ondulado y muy castigado, aunque el enorme aro rojo que colgaba de tu oreja hizo que desviara rápidamente la mirada hacia esa baratija de plástico. Finalmente, cuando pasó el tiempo que habías calculado que yo tardaría en fijarme en tí, te giraste lentamente dirigiéndote a mi. Tenías, haciendo una aproximación rápida, no menos de 40. Te acercaste a mí al tiempo que te inclinabas exageradamente, como haciendo una reverencia, para disimular una pregunta. Ciertamente tus pechos, con la ayuda de la iluminación insuficiente, sugerían algo más que una simple respuesta. Era tarde, estábamos en un sala de cine casi vacía, con un desagradable olor a húmedo y con disparos y golpes secos de fondo. Parecía que querías casarte cuando llegaron los créditos. No te preocupes, mañana habrá otra sesión y alguien vendrá.

Xavier
lo que de verdad importa
con mañana será igual en las orejas

1 Comment:

  1. Anónimo said...
    Vaya Xavi, qué sensual. No será influencia del Dostoievski... te veo listo y preparado para leerte las guarradas de "Sexperiencias".

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