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Caminar por la noche al aire libre, bajo el cielo silencioso, junto a un río de aguas tranquilas es siempre misterioso y remueve las profundidades del alma. En esos momentos estamos más cerca de nuestros orígenes, sentimos nuestra proximidad con animales y plantas, despertamos memorias de una vida primitiva, cuando aún no se habían construido casas ni ciudades y el hombre errante, sin suelo fijo, podía amar y odiar el bosque, el río y la montaña, el lobo y el azor como sus semejantes, como amigos o enemigos. La noche también aleja el sentimiento tan común de una vida colectiva; cuando no hay ninguna luz encendidad ni se oye una sola voz humana, el hombre en vela siente su aislamiento, se siente separado de todo y abandonado a sí mismo. Ese imponente sentimiento humano de estar irremediablemente solo, vivir solo y probar y soportar solo el dolor, el miedo y la muerte, está presente en el fondo de cada pensamiento, para el fuerte y joven como una sombra y una advertencia, para el débil como un espanto.

Hermann Hesse, Nuevos cuentos de amor.


Xavier
al frente, el sol calentando

Se miraba las manos como buscando una excusa para explicarse lo ocurrido. Sus manos eran grandes y castigadas, el trabajo duro nunca fue ajeno a ellas. Había controlado en todo momento la situación, hasta el más mínimo detalle estaba pensado. Durante semanas había repasado mentalmente cada paso, cada gesto, midiendo las fuerzas para no cansarse ni ahogarse, estaba todo milimetrado. La noche anterior se retiró pronto, se duchó con agua fría y después de meditar durante unos minutos ante el espejo, se recostó en la cama hasta quedar totalmente dormido. Por la mañana, sin pereza, se levantó y dejó que sus ideas se convirtieran en hechos. Algo no funcionó, algo fue mal. Siguió mirándose las manos. No encontraba excusas. No hallaba explicaciones. Sus manos aún son grandes y siguen castigadas.


Xavier
sin imanes

He caminat tot un dessert sense aigua.
He mirat al sol directament als ulls.
Sobrevisc.
He tastat l’aigua d’aquesta font.
He deixat que se’m torri la pell.
Vull viure.
He cercat la felicitat.
He trobat la pau.
Sóc nou.

Xavier
onades

És el títol d'un llibre d'un autor portuguès, en Pedro Paixão. No sé si és gaire conegut, a mi me’l va donar a conèixer una amiga i la veritat és que el llibre va estar prou bé. El llibre, és una recopilació de petites històries... amb el punt comú que totes parlen de dones, amor i altres tipus de problemes. I com sempre, us vull deixar un parell de perles per obrir boca:

‘ Há gente a mais por todo o lado. Sinto-me dissolver. Nunca saberei responder à pregunta: “Porque continuamos?”. Chegou o tempo de aceitar essa ignorância. É tarde para qualquer alternativa. Envelhecer deve ser isso, calar um grupo de preguntas. ’

‘ Estar com uma mulher e, de repente, descobrir que se está só. ’

‘ Se te apetecer toca-me, mas não me agarres, peço-te. Tocame quando quiseres, onde quiseres, minutos ou horas não importa, mas não tentes agarrar-me. Antes de me agarrares, eu fujo. Se não for a tempo, eu grito. Se for tarde demais, eu rasgo-me. Eu tenho pânico de ficar presa em qualquer sítio sem que saiba onde. ’


Xavier
és tot un món

Puedo ponerme cursi y decir que tus labios
me saben igual que los labios que beso en mis sueños,
puedo ponerme triste y decir que me basta
con ser tu enemigo, tu todo, tu esclavo, tu fiebre tu dueño
y si quieres también puedo ser tu estación y tu tren,
tu mal y tu bien, tu pan y tu vino, tu pecado tu Dios tu asesino,
o tal vez esa sombra que se tumba a tu lado en la alfombra
a la orilla de la chimenea a esperar que suba la marea.

Puedo ponerme humilde y decir que no soy el mejor
que me falta algo para atarte a mi cama,
puedo ponerme digno y decir toma mi dirección
cuando te hartes de amores baratos, de un rato me llamas
y si quieres también puedo ser tu trapecio y tu red,
tu adiós y tu ven, tu manta y tu frío, tu resaca, tu lunes, tu hastío,
o tal vez esa sombra que se tumba a tu lado en la alfombra
a la orilla de la chimenea a esperar que suba la marea.
O tal vez ese viento que te arranca del aburrimiento
y te deja abrazada a una duda, en mitad de la calle y desnuda.
O tal vez esa sombra que se tumba a tu lado en la alfombra
a la orilla de la chimenea a esperar...

(Joaquin Sabina)





Xavier
ese sol que te alumbra la cara

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