Yo, desubicado en esta vida.

Cuando me quiero dar cuenta de todo,
ya han salido las primeras gotas.
Siempre vuelvo a recoger las flores muertas,
invierto en nuevas cicatrices.
Conozco esa mueca de dolor.

El fuego al pasar sólo deja cenizas.
Con mi paso firme y tu boca envenenada,
esperamos la luz negra que redime.
El cielo se viste de rojo,
nunca se canta toda la canción.

Deseando abrir las ventanas,
así paso la existencia de un instante,
con un cierto olor a ocre y almizcle.
Seré yo el animal esta vez,
quién se ciegue de rabia con ansias de ti.

Retumban por todas partes esos tambores.
Ojos que espían y controlan mis temores,
que queman y juzgan mis vicios,
aquellos que se saben capaces de matar.
Tras la niebla se ve tu brillo dorado.