Reencuentros
A veces me da la sensación que el mundo no gira a la misma velocidad. Pues me caigo con facilidad, vivo más tiempo cerca de los chicles pisoteados que de los muñecos verdes de los semáforos. Un día, así, sin pensarlo, te alejas de algo y poco a poco se crea un vacío que emula una pared. Ladrillos, cemento y arena que jamás existieron. Ayer harto de ver pasar el tiempo moví ficha. Al mismo tiempo también la movieron. Será que al final sí es verdad que todos estamos conectados. En eso, tengo yo algo de sensibilidad especial. Cuando muerdes un lápiz me cruje la espalda. Bueno, así lo creo, o simplemente es que me cruje muy a menudo… y ya sabéis, los lápices se muerden a diario y somos muchos los que mordemos, y muchos son los lápices por morder. De cualquier forma, me alegro que a veces el mundo vuelva a coger la velocidad a la que me tiene acostumbrado. Robo minutos de la combustión de la vida para simplemente verla brillar desde fuera, siempre es un espectáculo maravilloso. No compro porque tengo lo suficiente, aunque deseo más, pero también he aprendido a recibirlo todo con mucha calma, aprendiendo a disfrutarlo segundo a segundo. En fin, me alegra conocer que las redes que nos unen siguen ahí, en buen estado; siempre hay alguien dispuesto a remendarlas y a tejer unas nuevas para cada vez hacerlas más grandes. Preciosa la vida ¿verdad?
pídemelo otra vez
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