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sin olvidarse de la luna

Gritó para decir que se sentía vivo. Miró al cielo temeroso de la lluvia y salió el sol. Un cielo azul le inundaba de bienestar. El olivo se mecía suavemente con la brisa de la mañana. Los primeros polvorones ya habían llegado. Sí, es cierto, hacía frío. Pero el sol lo cambia todo. Era consciente que la gente formal se preocupa por tener un buen trabajo y un status social digno de alabanza. Este no era su caso, sólo le interesaba ver brillar el sol. Cuando lo llamaron para formar parte de las filas del ejército simplemente siguió caminando. Provisto de unas botas marrones, un par de zapatos negros y una mochila con una muda, partió hacia lo imposible. Zarpó en busca del sol perpetuo; éste a veces le visitaba para animarlo en su travesía. No fue fácil, muchas nubes quisieron aguarle la fiesta. Pero con los rayos creó un magnífico entretenimiento pirotécnico, con el agua improvisó un parque acuático y con el gris de las nubes fabricó un vestido para aclarar la túnica de la muerte. Dicen, que en las tardes de tormenta cuando se escapa un rayo de sol entre medio, no es más que uno de sus trucos haciéndonos un guiño desde su ruta al sol.

Xavier
oliendo el sol

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